Excelente texto de Valeria Calderón de Portabebés Ayu.
Nota completa aquí.
Por Valeria Calderón, para Esther y todas las mamás que a veces se sienten abrumadas y quieren que los demás las dejen experimentar su sabiduría interior.
Imagina que tu bebé nace a la vida y que comienzas a practicar un nuevo baile de dos en el que experimentas muchos sentimientos:
Puede que estés muy emocionada y feliz, aunque algo adolorida y cansada, o sientas tus “hormonas alborotadas” y llores sin razón aparente. O te abrumen sentimientos encontrados de amor y rechazo hacia tu bebé, por un lado deseas abrazarlo y no despegarte de él ni un minuto porque tu instinto y tu bebé te lo piden, o por el contrario, experimentas sensaciones de lejanía, falta de conexión, vaciamiento o separación.
Tal vez empiezas a disfrutar de la lactancia desde el principio y no presentas molestias como grietas o fisuras y manejes la eventual congestión mamaria cuando a los pocos días baja tu leche con descanso, calor local y amamantando frecuentemente por ejemplo, ofreciendo el pecho a tu bebé serenamente. O por el contrario, no quieres amamantar del todo, o solo deseas hacerlo por un corto tiempo o encuentras muchos tropiezos que sientes, dificultan la labor que se espera de ti como mamá. Incluso puede pasarte que no entiendes porqué esa pequeña personita te está reclamando permanentemente al paso que desconoces tu propio cuerpo cansado y adolorido, que además saca líquidos de leche, sudor y sangre y no entiendes tampoco porque no te sientes dueña de ti.
Son tantas las situaciones que puedes llegar a vivir que te preguntas si al necesitar pedir ayuda vas a encontrar apoyo, acompañamiento o reconocimiento de tus sentimientos, sean estos negativos o positivos pero legítimos igual. O si por el contrario, te vas a encontrar con una retahíla de opiniones y consejos que tal vez vayan en contravía de tus creencias, convicciones, emociones o de la sabiduría interior que está encerrada en ti esperando salir.
Consideras que tu cuerpo, máquina perfecta diseñada para albergar, cuidar y alimentar a tu bebé mientras crece dentro de ti está también preparado para albergar, cuidar y alimentar a tu bebé mientras crece fuera de ti. Y lo sabes! Sin embargo, necesitas tiempo, necesitas conectarte con tu interior, con tu intuición, con esa sabiduría.
Y te pasa que decides continuar con aquel contacto que iniciaste cuando te enteraste de la dulce espera y que siguió cuando recibiste en tus brazos a esa personita que viene a complementar y engrandecer tu mundo! Y lo haces con tu incondicional entrega y a través de tus cuidados y del pecho generoso que le ofreces. Te entregas a satisfacer su fuerte instinto de succión sin medidas, cálculos o cuantificaciones y te das cuenta que esa necesidad tan vital para tu bebé requiere de tu permanente disponibilidad, paciencia, tiempo…
Te das cuenta que el calostro, aquel fluido vital que al principio viene en pocas cantidades es suficiente e importante para que tu bebé reciba gotas de inmunidad y de alimento. Te das cuenta que tu cuerpo contaba con ese alimento, pero que si hubiera fluido a chorros desde el principio, tu bebé tal vez no habría podido controlarlo sin atragantarse porque recién está adaptándose al baile y porque su estómago es pequeño. Observas además que poco a poco ese preciado líquido se va convirtiendo a través de la succión y del tiempo, en leche madura que le dará no solo nutrición sino el afecto que necesita y que irá creciendo en su caudal si no le pones ningún tipo de interferencia, ni horarios, ni relojes marcando los minutos en que supuestamente debe permanecer al pecho tanto de día como de noche, tanto despierto como dormido.
Entiendes que tu cansancio posiblemente no se irá pronto porque tal vez seguido al parto se sumarán noches de despertares de tu bebé que no se parecen a los despertares de un adulto sino que respetan los propios ciclos y ritmos naturales de alguien pequeño que necesita con frecuencia de tu cercanía, tu calor y tu alimento y que posiblemente a ti te funciona para descansar mejor, pasar ese tiempo y esas noches con tu bebé pegado a tu cuerpo sin que le importe al mundo.
Y continúas cuidando a un pequeño o pequeña que te necesita mucho; a tu hijo o hija a quien nutres con toda la paciencia siguiendo los dictados de tu instinto, ojalá sin más interferencia que los pensamientos que rondan tu mente y tu corazón, posiblemente acerca de si lo estás haciendo bien o mal. Y sientes que algo estás haciendo bien…
Tus familiares y amigos respetan esa diada y contribuyen a que ese vínculo se manifieste en todas sus vertientes. No interfieren cuando acunas y meces a tu bebé o cuando le cantas o mantienes ese contacto piel a piel. Tu cuerpo ya tiene establecida la lactancia conforme los pedidos y requerimientos nutricionales de tu bebé y empiezas a sentir confianza porque seguiste los dictados de tu intuición y pusiste en práctica la sabiduría con la que naciste y que se despierta para que ambos tomen de ella lo necesario para fluir; una sabiduría de dos y solo para dos.
O si pensaste que no pudiste o no quisiste tomar esa sabiduría, la ayuda que recibiste no fue producto de opiniones, críticas ni juicios de valor, sino del acompañamiento y del reconocimiento de lo que sentías en ese momento, sentimientos que estaban en ti.
Todos dan un paso atrás para no entorpecer tu camino de madre. Solo a pedido tuyo te acompañan, hacen mandados o se reparten la elaboración y transporte de alimentos nutritivos para ti y tu familia, otros te ayudan a limpiar y ordenar un poco la casa, otros juegan, acompañan y atienden a tus otros hijos si los tienes y todos participan sin preguntas diferentes a qué pueden hacer para que te sientas bien.
Nadie interfiere con abusivos comentarios basados en su experiencia previa de crianza o lactancia, o basados en cómo se desempeñaron sus propios cuidadores o sobre cómo debería criarse a un bebé.
Menos te dirán que no lo beses porque “quien sabe que microbios le pasarás” ni que como “no te sale leche” tras el parto y tu bebé quiere estar “pegado a ti todo el tiempo” no tienes lo suficiente para alimentarlo; menos que debes complementarlo con sustitutos de la leche materna o vigilar su peso porque es probable que si te pide tanto se bebe a que eres “mala lechera”, cuando sabes que es precisamente ese contacto el que hace fluir caudales de leche en tu cuerpo y cuando para ti, entre más leche le des a tu bebé y sin muchos intervalos programados de tiempo, se alimentará mejor y su peso corresponderá al de un bebé sano. Y que si llora no es porque esté mal alimentado sino que tal vez es su manera de expresarse y porque en ocasiones necesita también contacto, calor, disponibilidad, acercamiento, acompañamiento, sensación de bienestar, mamá.
Nadie te dice que te separes de tu bebé y que lo tienes demasiado tiempo alzado en brazos, cuando sabes que ese contacto es tan nutritivo como tu leche, así como tampoco señalan que debes poner horarios en la alimentación para que tu bebé se regule y por ende te deje dormir, cuando sabes que medir el tiempo en que un bebé pasa al pecho atenta contra la producción de leche materna y que es óptimo ofrecérsela cada vez que el bebé te lo pida y durante el tiempo que lo pida.
Tampoco te sugerirán investigar tu historia familiar de lactancia porque “eso de ser mala lechera es hereditario”, cuando sientes que cada mamá experimenta una vivencia única de lactancia. No te dicen que debes levantarte, que es el colmo que estés encerrada días y noches dando pecho y atendiendo a tu bebé, que te ocupes de tus cosas personales y que se va a malcriar por estar todo el tiempo a tu lado, cuando sabes que en estos momentos tu bebé te necesita más que nunca.
No te dirán “cómo dejas” que se quede dormido en tu pecho, cuando para ti es la manera más eficaz y cariñosa de hacerlo porque en ese momento de su ciclo vital parece que le encanta y le sirve dormirse así y lo hace además plácidamente. Menos te aconsejan que si se despierta con el menor movimiento tuyo o llora cuando te alejas sea porque es un malcriado, cuando sabes que si lo hace es porque te necesita. Tampoco te dicen que es mejor taparte los oídos para que llore hasta el cansancio y se acostumbre a dormir solo sin que tengas que acudir a atenderle, o que implementes rutinas en las que progresivamente te vas alejando de tu bebé hasta que complete determinadas horas seguidas de sueño, cuando sabes que los pequeños tienen ritmos de sueño diferentes a los de los adultos y constantemente se despiertan exigiendo la cercanía de un cuidador.
No se les ocurrirá “aconsejarte” a medida que tu bebé vaya creciendo, que “ya es hora” de acortar las tomas de leche materna o incluso de destetarlo porque tu leche ya no lo alimenta y “es pura agua” cuando sabes que a pesar del tiempo sigues pasándole defensas y alimento, pasándole cariño, seguridad, confianza; ni te dirán que dejes de correr a su lado cuando llora o te pide el pecho solo por consuelo o cuando se lastimó o se entristeció por algo, o solo porque simplemente en ese momento quería “mamá”. Mucho menos te dirán que ya está muy grandecito para que lo alces, ni siquiera sentada, así ya no quepa en tus piernas.
Todo te lo dirán tu sabiduría, tu instinto, tu corazón, tu intuición y eventualmente, lo que creas que no sepas te lo pueden decir personas que hayan vivido una feliz experiencia de lactancia, o de crianza independientemente de si han amamantado o no. Y te lo pueden decir personas que además saben cómo ayudarte a superar algunos impases como grietas, fisuras, congestión mamaria y demás. Personas que te acompañen sin juzgarte y que no tomen posición sobre tus decisiones de amamantar o no amamantar o de no dejar llorar, de cargar, personas cuya presencia te beneficie, te acompañe.
Imagina que pasó el tiempo y recuerdas cuando tu bebé nació a la vida, cuando comenzaste a practicar aquel nuevo baile de dos en el que experimentaste situaciones diversas. Reconoces que esa manera de nutrir con alimento materno y con cercanía, tiempo y acompañamiento a tu bebé es milenaria, que en los tiempos de las primeras personas en el mundo y aún hoy en día para muchos, no existía ni existe mejor manera de proteger a los bebés y que sus cuidadores: mamá, papá y grupo social los podían llevar cargados, con el pecho de su madre a disposición, atendiendo todas sus necesidades sin el temor de que se convirtieran en seres caprichosos, manipuladores o tiranos; disponiendo para ellos de tiempo; tiempo que hoy en día parece ceder a necesidades personales que bien se puede satisfacer en otro momento o tiempo que parece interminable pero que con el correr de los años te diste cuenta que pasó como pasa lo que dura un pestañeo; tiempo que descubres se convirtió en horas de amor que le diste a tu bebé.
Y te das cuenta que tu sabiduría es y fue tan grande, que te permitió dar rienda suelta a los dictados de tu corazón y que solo tú sabías lo que era mejor para tu bebé, porque era tu bebé y tú su mamá. Y que seguiste y recorriste ese camino que al principio tal vez te tomó esfuerzo o no querías explorar porque tenías dolor, emociones, inseguridad, fatiga, contradicciones y sensaciones que no habías conocido antes, pero que tal vez sola o con la ayuda de acompañantes respetuosos viste que lo caminaste mejor, con un paso seguro y firme, porque sabías que tenías el conocimiento y que estaba en ti, porque lo dejaste fluir y te dejaron hacerlo.
Si tenías pareja, ella participó en el baile, siendo entonces tres. Te acompañó o incluso te reemplazó en algunos cuidados como bañar, cambiar o cargar en sus brazos al bebé pequeño y posiblemente te cuidó además a ti, protegiéndote, ofreciéndote algo que te gustara o necesitaras, o simplemente preguntándote cómo estabas y que podía hacer por ti. Y más adelante, te sentiste tranquila y con la confianza de que si empezabas nuevos bailes en los que ya no serían tres, sino o cuatro, cinco o más, los miembros de esa nueva familia estarían rodeados de seguridad, confianza y tranquilidad.
Ahora sabes que ese pequeño caudal inicial de gotas de energía nutritiva que aumentaron su volumen para convertirse en leche madura fue un alimento importante para tu bebé quien tuvo acceso libre sin límites y que tomó todo lo que necesitó de manera cómoda y confortable. Tu bebé se alimentó naturalmente de ti, de tus sentimientos, de tus emociones, te tu contacto, de tu apego, en fin, se nutrió de tu vida entera y fue además un bebé sano!
Ahora entiendes que la naturaleza te proporcionó todas las herramientas para protegerlo y que si lo abrazaste y lo tuviste cerca mucho tiempo, muy probablemente se convirtió en una niña o niño seguro, independiente, nutrido y sano que dará paso a una mujer u hombre que mañana se permitirá y podrá permitir esa misma cercanía tan vital, valiosa y necesaria con sus propios hijos.
Hoy sabes que una madre cuenta con mucha sabiduría así esté comenzando a bailar y que si te pide la acompañes en un tiempo tan importante para ella, lo harás respetuosamente, sin opiniones ni consejos y solo con tu disposición de ayudar a quien está empezando a recorrer ese camino que con tu propia sabiduría diferente a la de ella, tu ya recorriste.
domingo, 12 de septiembre de 2010
CARTA A LOS QUE OPINAN SOBRE COMO CRIAR A TU BEBÉ
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario