lunes, 24 de diciembre de 2007

NUEVA MIRADA SOBRE LA NAVIDAD

Un recién nacido entre un asno y un buey: muchos comparten hoy esta imagen. Mi propia imagen de la Navidad está inspirada en lo que aprendí de las mujeres que traían a su bebé al mundo en la más completa intimidad, sin sentirse guiadas u observadas. Está también influenciada por el Evangilium Jacobi Minoris, es decir, el protoevangelio de Jacques le Mineur (1). Este evangelio fue salvado del olvido, a mediados del siglo XIX, por el místico austriaco Jacob Sorber, autor de La Infancia de Jesús (2). Según estos textos, José partió a la búsqueda de una partera. Cuando regresó, Jesús ya había nacido. Cuando la deslumbrante luz se atenuó, la partera se encontró ante una escena increíble; ¡Jesús ya había encontrado el pecho de su madre! La comadrona exclamó entonces: “¿Quién ha visto jamás un niño que apenas nacido tome el pecho de su madre?” Es el signo evidente de que este niño, al convertirse en hombre, un día juzgaría según el Amor y no según la Ley.
El día que Jesús estuvo listo para su llegada al mundo, María recibió un mensaje, un mensaje de humildad. Se encontraba en un establo, entre otros mamíferos. Sin decir palabra alguna, sus compañeros la ayudaron a comprender que esa circunstancia debería aceptar su condición de mamífero. Debería sobrellevar su handicap de ser humano y quitarse de encima la efervescencia de su intelecto. Debería segregar las misma hormonas que los otros mamíferos cuando dan a luz a sus bebés, haciendo actuar la parte primitiva del cerebro que todos tenemos en común. La situación era ideal para que María se sintiera segura. El “trabajo” pudo establecerse en as mejores condiciones posibles. Habiendo percibido el mensaje de humildad y aceptado su condición de mamífero, María se reencontró en cuatro patas. En tal postura, y en la oscuridad de la noche, ella se desconectó fácilmente del mundo. Poco después de su nacimiento, Jesús se encontró en los brazos de una madre extática, tan instintiva como puede serlo una madre mamífera que viene de parir. En una atmósfera verdaderamente sagrada, Jesús fue recibido y pudo, fácil y progresivamente, eliminar las hormonas del stress que necesitó segregar para nacer. El cuerpo de María estaba muy caliente. El mismo establo estaba cálido gracias a la presencia de los otros mamíferos. Instintivamente, María cubrió el cuerpo de su bebé con una ropa que tenía cerca de su mano. Estaba fascinada por los ojos de su bebé y nada hubiera podido distraerla del intenso intercambio de miradas que se establecía. Ese intercambio de miradas le permitió alcanzar otro pico de oxitocina, lo cual provocó una nueva serie de contracciones uterinas que enviaron hacia el bebé un poco de la sangre preciosa acumulada en la placenta. Pronto la placenta fue liberada. Madre e hijo se sentían seguros. Al principio, María, guiada por la parte del cerebro que compartimos con todos los mamíferos, estaba de rodillas. Luego de la liberación de la placenta se puso de costado, con el bebé cerca de su corazón. En seguida, Jesús comenzó a mover la cabeza, a veces a la derecha, otras a la izquierda y, finalmente a abrir la boca en forma de O. Guiado por su sentido del olfato, se acercaba cada vez más al pezón. María, que aún se encontraba dentro de un equilibrio hormonal particular, y por ello muy instintiva, sabía perfectamente cómo sostener a su bebé e hizo los movimientos necesarios para ayudarlo a encontrar el pecho. Fue así como Jesús y María transgredieron las reglas establecidas por los neocórtex de la comunidad humana. Jesús -un rebelde pacífico desafiando toda convención- había sido iniciado por su madre. Jesús mamó vigorosamente durante un largo rato. Con el sostén de su madre, salió victorioso de unos de los episodios más críticos de su vida. En breves instantes se había adaptado a la atmósfera y había comenzado a usar sus pulmones, se adaptó a las fuerzas de la gravedad y a las diferencias de temperatura y entró en el mundo de los microbios. ¡Jesús es un héroe!
No había reloj en el establo. María no necesitaba saber cuánto tiempo Jesús había tomado de su pecho antes de dormirse. La noche siguiente, María durmió un sueño ligero. Estaba vigilante, protectora y preocupada de satisfacer las necesidades de la más preciosa de las criaturas terrestres. Los días siguientes, María aprendió a sentir cuándo su bebé tenía necesidad de ser mecido. Había tal acuerdo entre ellos que ella sabía perfectamente adaptar el ritmo del balanceo a la demanda del bebé. Siempre meciéndolo, María se puso a canturrear unas melodías a las que agregó algunas palabras. Como millones de otras madres antes que ella, María descubrió así las canciones de cuna. Jesús comenzó a aprender lo que es el movimiento y el espacio. Aprendió también lo que es el ritmo y, entonces, comenzó a adquirir la noción de tiempo. Entró progresivamente en la realidad espacio-temporal. Luego María introdujo cada vez más palabras al tararear sus canciones de cuna. Entonces Jesús absorbió su lengua materna.

Referencias
1 Proto-Evangile de Jacques 19.2 Citado en: Jesús Jean Paul Roux, París 1989, p100.
2 Jacob Sorber. L’enfance de Jesús ou l’evangile de Jacques. Capitulo 16 Editions Helios, Ginebra 1983. Título original: Die Jugend Jesé, Stuggart 1852.


Extraído textualmente de La Cientificación del Amor El Amor y la Ciencia, de Michel Odent. Editado en nuestro país en castellano por Editorial CreáVida.

¡¡¡FELIZ NAVIDAD Y QUE EL AMOR REINE EN NUESTROS CORAZONES!!!

sábado, 1 de diciembre de 2007

Parto en Casa. Capacitación.


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