Por Sonia Cavia *
El lema de la Semana Mundial del parto respetado –en el séptimo año de su realización–, que se conmemoró la semana pasada, hace foco en la concientización de la posibilidad del acontecimiento del parto-nacimiento como una instancia placentera superando la tan arraigada costumbre de convertirla en un hecho traumático. Esta costumbre en nuestro país sigue teniendo un altísimo porcentaje de partos que en vez de disfrutarse se sufren.
Sólo una de cada diez mujeres es acompañada en el parto. Y no es porque no exista el derecho o la atención de salud adecuada. El 98 por ciento de los nacimientos ocurren en instituciones hospitalarias (centros de salud, maternidades, sanatorios) y, según una encuesta realizada en el año 2008, en ochenta y dos hospitales de Gran Buenos Aires y la Capital Federal (en donde se cubrieron sus doce maternidades), con una muestra de 12.089 mujeres, sólo un 10,9 por ciento estuvo acompañada en el parto (por sus parejas o madres, padres, hermanas o amigas) y un 17,7 por ciento no estuvo sola en el trabajo de parto.
No es un dato aislado, sino una muestra de que –en una circunstancia vital tan trascendente– no se cumple con la Ley Nacional 25.929 –promovida en el 2004– que puntualiza, entre otros ítem, el derecho a estar acompañada en el momento del parto por una persona que la mujer elija. Esta norma considera el parto y nacimiento como un hecho de salud y, por lo tanto, pretende garantizar la posibilidad de que parir y nacer sean momentos íntimos, respetados, amorosos, donde el placer tenga la oportunidad de ocupar el papel central en la llegada de un niño/a.
El parto es un hecho trascendente de la sexualidad femenina y puede convertirse en un momento de exploración de nuestro poder y de nuestro placer. Pero esto generalmente no sucede. Para que el parto sea gozoso, aun cuando produzca dolores o miedos, hace falta que estemos en un ambiente cálido, amigable, cuidadas por personas respetuosas y amorosas: así tendremos una chance de desplegar nuestro potencial femenino.
Parir es muy intenso, parir es doloroso dirán algunas voces, parir es placentero se atreverán otras. Y, sin embargo, muchas mujeres susurrarán, llorarán, gritarán: “¡Parir fue horrible!”. Y ese trauma para la mujer es también un trauma para la o el recién nacido.
Hay rutinas violentas que niegan y silencian la explosión de vida y amor que trae un parto y un nacimiento en libertad y con amor. Aunque podemos parir y nacer de otra manera si alzamos todas las voces de todas las mujeres (más de 700.000 cada año en Argentina que se convierten en madres) para que puedan contar que parir dolió mucho pero que estuvo acompañada y contenida, acariciada, respetada.
Queremos que las mujeres digan “El nacimiento fue tremendo, pero tener a mi bebé fue maravilloso”. Entonces proponemos claves básicas: información y conocimiento, preparación, contacto con otras mujeres, reconocimiento del propio cuerpo. Y a los profesionales de la salud les pedimos: compromiso, respeto, actualización, conocimiento de la fisiología y empatía con las parturientas.
Cambiar el paradigma del parto no es sencillo: requiere tiempo y energía. Y, sobre todo, mucho coraje. Pero seguir realizando prácticas que dañan la salud y violan derechos humanos de mujeres y bebés es, además de penoso, inadmisible. Cada nacimiento es único y la oportunidad de compartirlo es sagrada. Celebremos la libertad y el poder de cada mujer. Animémonos al placer.
* Coordinadora Regional de la Red Latinoamericana y del Caribe por la Humanización del Parto y el Nacimiento (www.relacahupan.com) e integrante de la Escuela de Parteras (www.escueladeparteras.com.ar)
Nota completa de Página/12 aquí.
miércoles, 2 de junio de 2010
SOLO UNA DE CADA DIEZ MUJERES ES ACOMPAÑADA EN EL PARTO
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