Mientras leía
este artículo, se me vino un torbellino de información a la cabeza.
Primero que nada me
retrotajo a mi primer parto. Que fue absolutamente inducido, conducido e intervenido. No le faltó ningún condimento. Tuve la
pastillita de
prostaglandina para provocarlo porque supuestamente Lula era una bebé muy grande (3,650
kg. Y Valen que nación en casa con 4,625
kg??). El "suerito" con oxitoxina sintética incluída. Luego vinieron los tactos a trote y moche por lo que llegado los 6 cm de dilatación me rendí ante la oferta insistente de
peridural. A lo que le siguió la rotura innecesaria de la bolsa de aguas.
Innecesaria a costa de la médica que ni bien la rompió no salió nada de líquido amniótico porque Lula estaba
re abajo y su cabeza obstruía el paso del líquido, pero en el expulsivo, cuando salió la cabeza, la médica quedó literalmente empapada porque el líquido salió con todas sus fuerzas (
je). Ya en la sala de partos fui acostada, mis piernas atadas por lo que me sentí absolutamente afuera de la escena. Luego, muestra de la nula capacidad de espera de esta médica, sufrí la horrible y temida
episiotomía.
Hoy, siento que lo peor que me pasó, a pesar de lo conducido e intervenido de ese parto fue la
episiotomía.
Estuve algo más de un mes sin poder sentarme normalmente. De hecho, las primeras semanas sólo podía sentarme sobre uno de esos salvavidas
inflables de juguete de los todo por $2 de ese entonces. Eso dificultó la lactancia porque no había manera de encontrar posiciones cómodas para amamantar y rápidamente se me hicieron grietas en los pezones que atentaron francamente con la tarea. Y de retomar las relaciones sexuales ni hablar...
También me duele enormemente que quien me hiciera la
episio es una mujer.
Y agrego (porque el artículo se refiere a las estadísticas en España), que lamentablemente, en el sistema médico de nuestro país, la
episio, ese
cortecito NO tan inocente, se lleva a cabo en el 90% de los casos.
Insisto, somos nosotras las mujeres, quienes tenemos el poder, sabiduría ancestral para parir, quienes tenemos que pedir o buscar el cambio.